"En el principio", de Blas de Otero
Si he perdido la vida, el tiempo, todo
lo que tiré, como un anillo, al agua,
si he perdido la voz en la maleza,
me queda la palabra.
Si he sufrido la sed, el hambre, todo
lo que era mío y resultó ser nada,
si he segado las sombras en silencio,
me queda la palabra.
Si abrí los labios para ver el rostro
puro y terrible de mi patria,
si abrí los labios hasta desgarrármelos,
me queda la palabra.
Con este poema, Blas de Otero nos presenta la desoladora situación del país en los años de postguerra, la sangrienta España del franquismo y los valores prohibidos. Sus versos parecen estar llenos de tristeza, desesperanza y desilusión. Había perdido el tiempo, la vida, la voz, en definitiva, todo. ¿Qué le quedaba entonces?, le quedaba la palabra, como les quedaba al resto de los españoles.
El autor pretendía que, más allá de su amargura, los lectores encontraran a un Blas de Otero dispuesto a luchar, a no ser vencido. Pretendía que las personas fueran valientes, que gritaran el horror del país, que la nación se concienciara y que, los reprimidos, los pobres, los huérfanos, las viudas y los viudos, todos juntos, levantaran España. Por ello, su poesía no posee una gran belleza estilística, es una poesía social.
Le quedaba la palabra. Me queda la palabra. A todos nos quedará siempre la palabra. Porque así es como nos entendemos. No nos entendemos con muertos. Como tampoco lo hacemos con armas, con bombas, con guerras. Ni siquiera la mayor de las represiones podrá callar a la palabra. Hablaremos en silencio, hablaremos a escondidas, pero hablaremos.