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Admiremos a Jade Goody, admirémosla. Admiremos a la polémica concursante que nos vendió su vida privada en Gran Hermano, más tarde, publicó incluso su propia enfermedad y, posteriormente, su muerte, admirémosla. ¿Qué nos está pasando?, ¿dónde está el límite entre la esfera pública y la privada?, ¿por qué el propio oficio del Periodismo alimenta esta cruel realidad?, ¿qué más falta por vender o publicar?, ¿todo vale?, ¿todo se vende?, ¿tienen precio nuestras vidas?...
Es magnífico que, gracias a la joven, sus hijos puedan disfrutar de una vida más digna que la suya. Es magnífico el valor que ha mostrado, el apoyo de todo el país. Es magnífico el aumento del chequeo médico a posibles enfermas de este tipo de cáncer; como también lo es la concienciación de la muerte. Pero... seamos francos, ¿era necesario llegar a esta situación?
El "todo vale" no debe tener cabida en la profesión del Periodismo. Hay que establecer unos límites, límites que no están nada claros. Debemos informar, no vender por vender. La audiencia decide lo que quiere. Pero también piden y quieren lo que sabe que le podrán dar. Ahí, reside la profesionalidad del buen periodista y la moral individual.
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